Este es un mapa con los lugares de cruising y sitios abandonados de Cali. He revisado los sitios con otras personas en Twitter, confirmado unos tantos y contrastado con otros sitios web. De la misma forma los lugares abandonados para ser explorados cerca a Cali. Espero les den buen uso.
También he aumentado a 57 los lugares abandonados en toda Colombia.
Normalmente me intimidan los chicos que hacen calistenia en el gimnasio de la playa. Primero, porque están mucho más fornidos que yo, que apenas estoy empezando. Segundo, porque tienen su especie de club, de gancho entre ellos, donde uno pareciera nunca encajar. Pero igual, no me detiene: yo voy, hago ejercicios, los saludo, y poco a poco los voy identificando. Con el pasar de los días me doy cuenta que no son como lo pensaba: son más relajados y sueltos de lo que pensé hasta el punto que, sin notarlo, fui forjando una especie de colegueo en el lugar.
Un día, extrañamente, uno de ellos me dijo que entrenaríamos juntos, algo raro, especialmente ahora en pandemia. Pero al ser el primero que lo pedía, acepté. Un sujeto mayor, de unos 40-50 años, fornido, con una barba poblada y buena onda. No podía -como me pasaba con la mayoría de los del sitio- notar que se le marcaba el paquete en su sudadera suelta. He llegado a pensar que los españoles son exhibicionistas y pervertidos, más que yo. Que les gusta, así sean heterosexuales, mostrar la línea de la verga, que se note que tienen guevos, que el capullo se les marque. Se los agarran, se meten la mano en los boxer; de hecho, nos la agarramos porque soy culpable de hacer lo mismo. Es lo más similar de hacer cortejo en un sitio de cruising. Es como si fueran a comprar la sudadera más fina y elástica posible, para retar a sus amigos de forma invisible a un concurso de hombría sin que haya ganador claro.
Después de dos horas, me ha pedido el teléfono. Según él, para estar en contacto. Según yo, que me podía oler las intensiones del sujeto, para pasar a un coqueteo. Pero, ¿seré acaso muy iluso para llegar a pensar que eso sucediera? En tres semanas entrenando ahí, no sucede tal cosa. Nunca sucede. Es algo de películas porno, que está más en las fantasías que en la realidad. Sorprendemente, esa noche, no hablamos más. No hubo morbo, ni nada de esos pajazos mentales que uno se echa fantaseando con los manes que conoce en un parque o en un bar.
Pero claro, cada día tiene su afán.
- Hola Dan, ¿hoy irás al gimnasio? - Hey. Sí, creo que si. Iré antes de almorzar. - ¿Te parece si vamos juntos?
Extraño mensaje pensé. Pero bueno, se supone que no vivía lejos del sitio, así que me quedaba en la ruta. Mientras caminaba, paso a paso, la conversación subía. "¿Tienes novia?", no, respondía. "¿Y tu?", la tuve hace unos años, respondió.
- ¿Entonces soltero parce? Usted ya debe ser papá y todo. - No tanto papá, pero más o menos un daddy.
Y se rió. En ese momento, me paro en las esquina, y como con nervios, miro hacia ambos lados. Me recuesto a una de las paredes, creo que de un banco, como para evitar que alguien intruso desde atrás lea la conversación. ¿No les pasa? ¿No sienten que cuando un chat sube de tono, uno busca un rincón para simplemente dejarse llevar por el morbo? Más cuando, debajo de mi sudadera, mi verga se estaba poniendo dura, cuando podía sentir que escurría algo de precum en los brief, pero con esa tonta culpa infundada que uno no puede tener sexo o pajearse antes de entrenar. Pero, ¿cual sexo? Una mitad decía que este era solamente un heterosexual de estos juguetones típicos, machos de gimnasio de calle que solo quieren joder y la otra mitad que ...bueno, que solamente quería jugar.
- "¿Quieres ir a entrenar, daddy?", le respondí. Con ese emoji de risa, botando lágrimas, como para hacer pasar el comentario de broma en caso que mi otra mitad no tuviera razón. - "Bueno, las órdenes las doy yo", respondió. Acto seguido, un marcador de un mapa de ubicación.
Yo estaba que me masturbaba en la calle, pero nervioso a la vez. No quería pensar que esto era una trampa, pero mi intuición me decía que debía simplemente seguir las órdenes. Y las ordenes eran claras: timbraba, subía, me desnudaba, pasaba a su cuarto y chupaba. Así de claro. No hablábamos, no había saludo. Se supone que todo estaba ya hablado: que no podíamos ir a entrenar sin que uno tuviera la leche del otro.
Tal cual como lo había dicho, después de abrir el ascensor, la puerta de su piso estaba entreabierta. La sala, vacía, no parecía haber nadie ahí. Pero soy obediente, al menos eso había quedado claro en la conversación y en un abrir y cerrar de ojos, toda mi ropa quedó en el suelo. Caminé hasta su cuarto y ahí estaba: él, desnudo, en su cama; la ropa de entrene estaba aun tirada en una silla y se notaba que era cuestión de un minuto para vestirse y salir. Pero en su mano sostenía su verga, la misma que se movía y se amasaba en la playa como todos los manes que van a ella, solamente que él sabía para que usarla y para qué usarme.
Pero existe un problema: si a mi me dicen mamar, yo hago absolutamente todo. No me bastaba con tener su verga entre mis labios, tenía que hacerle entender que también podía abrirle el culo a punta de lengua, a pesar que muchos manes, ya de su edad y después de tener experiencias heterosexuales en el pasado, pareciera molestarles que alguien se "sobrepasara" más allá de los límites de su control. No fue sino cuestión de minutos cuando me vi comiendole el culo, lengua a lengua, escupiéndole, abriéndolo, dejándole entender que así me diera órdenes, aun yo podía tener algo de control.
Y fue entonces cuando vino la última orden. Sin palabras asentó. Yo asenté también. Sabíamos que estábamos seguros, que tomábamos aquella medicina con rigor. Sin vacilar, sostuvo sus piernas en el aire y de un solo golpe, empecé a enterrársela ahí mismo. Centímetro a centímetro, mientras me miraba con la misma carga de complicidad que nos mirábamos los manes en el gimnasio de la playa. Haciéndole saber también, que podía abrirle el culo, como si ese fuera el entrenamiento de ese día que evidentemente ya no iba a suceder. Subiendo la velocidad. Escupiéndole la cara. Sosteniéndole los brazos. Mirándole, haciéndole saber que si continuaba, podría simplemente reventarlo el leche.
En apenas unos segundos, mi verga salía de él bañada en leche. ¿Para qué iba a entrenar ese día? Ya había perdido la intimidación.
Días después quedamos por una cerveza. Le pregunté, de frente, por qué se había atrevido ese día a pedirme el teléfono. "No todos se tocan los guevos así" y se cagó de risa. Al final, el pervertido siempre seré yo.
Una cosa que me encanta y hasta ahora ha sido más que placentera son los mensajes privados de este OnlyFans. Les he leído relatos propios, consultas sexuales, juegos entre amigos, recomendaciones de cruising, consejos de como los hombres nos debemos pajear, que tipo de porno ver y donde verlo ... es todo lo que hace que este sitio sea ese club de colegas/amigos que quise hacer desde el día uno.
Podría decir que la mitad de la diversión de este OnlyFans es lo que se ve aquí y la otra mitad, los que se atreven sin miedo a hablar en mensajes.
¿Como mirar? ¿A quien hablar? ¿Que ver? ¿Como evitar problemas? ¿Qué precauciones tomar? He estado haciendo una guía para aprender a hacer cruising que saldrá mañana. Una guía para hombres que nos mueve el explorar más allá de nuestra sexualidad y que queremos escabullirnos en el anonimato con otros hombres. Es más común de lo que parece y créanme, le van a sacar provecho.
Por si acaso no queda espacio para la curiosidad, este es el efecto que causa leer una buena historia en mis mensajes privados o ese video que llegó de sorpresa.
Es esa habilidad que tenemos de causarnos morbo, sin dejar que se nos juzgue.
Existe un cierto morbo que me nace cuando voy a alguna ciudad y veo un baño público en medio de un parque, sin vigilancia, sin registro, sin nada. Una completa democratización del espacio público, llegando a ser una cueva para nosotros quienes nos apoderamos de esos espacios. Recorriendo la Alameda, un pequeño jardín de la ciudad, me di cuenta que había un baño publico. ¿Será posible que fuera un sitio de crusing? Por experiencia sabía que sí. En eso, me fui a orinar.
Llevaba muchas ganas cargadas y quería aguantar un rato, para ir precisamente a uno de estos baños públicos y ahí, con calma, sacarme la verga y exhibirla. Porque sí, soy exhibicionista: me gusta mostrarla, desde siempre, desde que tengo memoria. En los baños públicos, claro, no es la excepción. Sabía lo que estaba haciendo: sabía que irme a orinar ahí, en ese sitio, por largo rato, era indicativo para que los manes que buscaban cruising esperando afuera, vieran que yo no iba solamente a eso.
Pasó un minuto. Había acabado de orinar. Seguí ahí, de pie. Dos. Tres.
En eso entran dos tipos. Uno alto, sin barba, de sudadera roja, que se hace detrás mío. Al lado, uno de barba, maduro, con un abrigo blanco. Despacio, se saca la verga y se dispone a mear, sin hacerlo. Solamente es la mímica, la que hace que se asegure que yo estoy ahí porque necesitaba estar o porque realmente quería aventurarme. Y es precisamente ese gesto de agorarse la verga, sobarla lentamente, hacia adelante y atrás, la invitación pertinente para que yo me decidiera a acceder a tocársela y dejar de lado la actuación que ya no tenía sentido que sucediera: porque aunque la puerta estaba abierta, al ser un baño público no había nadie que vigilara.
Es inevitable que en ese punto, hoy estuviera duro como una piedra. También, que traspasara los límites de lo socialmente aceptado y me cruzara a su urinal a agarrársela y masajearle la verga, poco a poco, para que supiera que era lo que yo quería hacer. Es ahí cuando noto, que cada uno de ellos se separa y se va a uno de los cubículos donde están los inodoros, como apropiándose de ellos tal cual como si fuera sus dueños. Yo, desde afuera, tenía la opción de elegir a cual meterme y entrar para simplemente deslecharme, porque eras evidente que de ese baño no salía sin dejar el suelo completamente inundado. Elegí claro, al que se había arriesgado a estar al lado mío. No tenía nada que perder.
Sin mediar palabra, cada uno se saca la verga delante del otro. No fue sino sacarla del pantalón, para ver que un chorro de precum salió disparado desde sus bóxer, con un olor fuerte a sudor con ganas de hacer lo mismo que yo estaba haciendo. Bajándome rápidamente el pantalón, me hice hacia atrás de la pared del baño para dejarle ver todo lo que había causado: era evidente que había una diferencia de edad, de unos diez años y que él se sentía particularmente excitado por verme exponiéndole mi erección sin más.
- "Qué buena pija chaval", me responde.
En silencio, le contesto. Asiento la cabeza indicándole hacia dónde tenía que ir. Porque ahí, no quedaba más opción que dispusiera su garganta para que me culeara su boca sin perdón. Sin dudarlo, se puso de rodillas y empezó a atragantarse con mi verga, a golpes de succión, como si hacía mucho tiempo no lo hacía con alguien. Se notaba que había experiencia, pero también, hambre. Morbo, de saber qué había aceptado darle leche en esas cuatro paredes cargadas de graffitis y obscenidades de otros hombres que decidieron marcar su territorio.
Después de chuparla, mientras sus ojos empezaban a lagrimear, me ha dicho algo que no me habían dicho nunca en el cruising. Era la primera vez que alguien me decía que me quería "enseñar". Aprovechándose de su altura, me toma por detrás y simplemente me dice al oido que me relaje. Toma mi verga y empieza a masturbarme con su mano, mientras con la otra, me aprieta el pecho, como si no quisiera dejarme ir. Era raro, porque es algo que me gusta hacer con aquellos que me dan la confianza suficiente para hacerlo, con gente que me encanta y me despierta sinfín de morbos; pero jamás, me lo habían dicho en un cruising, de primeras, con un tono algo paternal.
- "¿Te gusta chaval?", me decía mientras sentía su enorme verga rozándome el culo.
Yo solo podía asentar la cabeza. Era apenas para que me tomara por los hombros y como si fuese su juguete, me bajara a chuparle su verga que a duras penas podía cerrar con mi mano. Orgulloso, tal vez, con desenfado, me toma la cabeza para asegurarse que tome cada centímetro de ella, mientras yo lucho para no ahogarme con el tamaño y grosor de lo que tenía en las manos. De reojo, solo podía ver que al lado estaba el otro chico de rojo, masturbándose, oyendo mis gemidos mientras escupía y succionaba la verga de su compañero.
En eso, mirándome fuertemente a los ojos y sabiendo que no podía aguantar más, solamente me hace subir para acabar con todo de una buena vez. Porque suficiente había aguantado con no correrse en mi boca o mientras me rozaba, pero sentía que no había paso atrás. Yo menos, después de haber incitado todo, desde que entré al baño, no podía negar que estaba a segundos de reventar en leche y dejar el sitio totalmente destruido. Lo tomé fuertemente del cuello, pegando frente a frente mientras resbalaba el sudor, haciendo alusión a lo que sucedía más abajo teniendo nuestras vergas frente a frente, que con el solo rozar una con la otra parecía que no pudiera detener lo que venía: uno, tres, seis chorros de leche, espesa, caliente, resultado de gemidos, salieron disparados de los dos, casi al mismo tiempo. Quedamos ambos completamente exhaustos, sacudiendonos las vergas mientras nos mirábamos con lujuria.
No quedaba nada más que hacer en el sitio.
El salía, guardándose su pedazo de carne dentro de su bóxer, haciéndome entender el porqué tenia su olor tan fuerte y particular. Yo, apenas vistíendome para salir, abro la puerta y solo puedo ver al otro sujeto, de sudadera roja, esperando.
Mientras se renderiza el tutorial 2, que es sobre lubricantes (si, soy un pajero consumado) los dejó con estas imágenes. De hecho, he tomado la decisión de hacer dos videos diferentes: uno sobre cada producto y otro, sobre cómo usarlos.
TUTORIAL #1 LUBRICACIÓN Video 1: ¿Cual usas? Aprender a elegir un lubricante.
(usen audífonos)
Esta semana mientras hacía este tutorial de cómo masturbarse, quedé pensando en la necesidad de hablar de la lubricación, pero sobre todo, en cómo elegir un buen lubricante. Es por eso que he decidido separar este tutorial en dos videos: uno, donde les enseñaré como elegir y qué tipos de lubricantes uso y otro dónde bueno, vamos a usarlos y a sacarnos leche. Porque para eso estamos.
Quiero hablar específicamente de cuatro tipos de lubricantes que yo uso: aceites, de silicona, híbridos (90% base agua) y por supuesto, saliva.
Primero, la saliva. Es el lubricante primario. El que todos tenemos a la mano y que nos ha acompañado desde nuestras primeras pajas o en nuestros polvos rápidos. Ayuda sí, a que se deslice la mano de forma rápida y también, despierta cierto fetichismo para quienes nos gusta usar la saliva a la hora del sexo o de pajearnos. Yo, confieso, (pueden ver en mis otros videos) permanentemente me vivo escupiendo la verga, al punto que caiga hasta el suelo. Cuando estoy en las duchas de los hostales o en las camas, siempre que me hago una paja, escupir será la forma más rápida y fácil para hacerla.
Luego están los híbridos y para estos, tengo un fetiche directo: los lubricantes "cum look", es decir, lubricantes que parecen semen. ¿Saben lo guarro y cerdo que se de coger usándolos? Son una pasada a la hora del sexo y también, a la hora de hacerse una paja. Uso dos marcas en particular que creo que dan el mejor efecto: Squirtz y LiquidSilk. Hay otra marca, Spunk, que recomiendo también aunque es más cara. He probado unos tres o cuatro más pero terminan siendo muy fuertes en el olor o muy líquidos. Recordemos que están casi 90% base de agua.
Un lubricante de silicona por lo general es transparente y tiene gran agarre. No son dañinos con el condón y se activan rápidamente escupiendo en la verga para volver a tener deslizamiento. No esta de mas tenerlo si le gusta el sexo anal y son, digámoslo, los que están de moda.
Aceites. Para efectos de una buena paja, un aceite puede ser potenciador de ese orgasmo, debido a que con la fricción se calientan. Es decir, su verga sentirá dos o tres veces más placer, con la fricción que ejerza (ya lo verán en el segundo video). Pueden usar de almendras, de coco, de ricino (en este caso, por ejemplo, vean lo denso que es)o cualquier otro aceite de uso cosmético. Yo me masturbaba de adolescente con el de bebé de Johnson/Johnson, calculen. Tengan en cuenta que son engorrosos, difíciles de quitar de la ropa y que ojo, no es recomendable para tener sexo ya que rompen el condón. Pero, para efecto de pajas, pueden ser los mejores aliados. Los consiguen incluso en cualquier cacharrería/bazar de barrio.
Finalmente hay un quinto que me gustaría recomendar pero no tuve a la mano para este video: cremas. Especialmente una, la reina por excelencia de las cremas de los pajeros: Albolene. Son cremas limpiadoras hidratantes que debido a que las venden en grandes cantidades, engrasan a la perfección la verga y permiten una paja más duradera. Si tiene como conseguirla, se la recomiendo.
¿Listos para el segundo video? 💦 Sí, se que en este no puse la corrida. Por eso, eso va para el siguiente. 😈
Para efectos de compras, les pondré los links de cada una de los lubricantes y objetos usados.
Normalmente no muchos hablamos de lo que nos pasa en un viaje, de las miradas, el atrevimiento, la insinuación. Y pensamos que no sucede, que es raro hacerlo pero en realidad son muchos los que sienten que en la seguridad del carro pueden dar rienda suelta al morbo. Digo "seguridad" porque cualquier carro que pase, o algún camionero con una visión más alta puede bajar la mirada y ver de qué forma se divierten los demás. Pero, conociendo las historias de carretera, de lo que me han dicho muchos camioneros en esas paradas para tomar café, mal no la pasan. Pareciera que en cada parada, tienen dónde sacarse leche.
En las carreteras es donde el viaje se hace. Y ni así las carreteras se salvan de ser un escenario para morbosear.
En uno de los mensajes privados que recibí esta semana, alguien me preguntaba que era o cómo era aquello de masturbarse cuando uno está en un hostal. La respuesta, por más increíble que pudiera sonar es que es más común de lo que parece. Estando de viaje, es habitual apenas que busquemos sexo, pero no solo eso, es habitual apenas que uno ande con todo al 100%. ¿Como no estarlo si está en un nuevo lugar, con nueva gente, conociendo algo diferente? Y eso va, claramente con masturbarse. Pero verán, muchos mochileros no tenemos más espacio que aquel en un hostal, con varias camas, alrededor, que pueden ver hacia la nuestra.
Créanlo o no, es normal que a mitad de la noche uno sienta o escuche que alguien, está haciéndose una paja. Uno escucha la respiración más calmada, una cama que se mueve, un rechinar suave, un jadeo controlado con respiración. Uno sabe que no hay mucho espacio y que cuando uno está, en un cuarto con varios hombres, es apenas habitual acostumbrarse. Tras varios años, he visto de todo: desnudos, cambiándose al frente, erecciones en la ducha pero aún así, me sorprende como la primera vez encontrarme con alguien haciéndose una paja en un hostal. ¿Pero quien soy yo para encontrármelo, cuando puedo ser yo aquel que lo haga? Porque no niego que, cuando es incontrolable las ganas de darse placer, es cuestión de levantar un muro con alguna toalla en la cama y sacarse leche.
Y como si fuese un pacto entre hombres, nadie dice nada. Todos lo hacen. Pero claro, esto no lo van a leer en ningún blog de viajes.
"Dan, ¿tienes planes para mañana? Es que iremos a una playa nudista, no se si quieras..." me llegó al celular ese mensaje. Un grupo de amigos, quería salir una tarde a una de las tantas playas nudistas que rodean esta ciudad, aprovechando que el sol día a día estaba aumentando su abrazador calor y que eso garantizaba una buena bronceada.
No era para escandalizarme sí de ver desnudos a amigos se trata. Creo que aquí han normalizado tanto la desnudez, que parece apenas natural el quitarse una o dos prendas de ropa sin más. Ni siquiera hay que irse a sitios remotos, cuando en la misma ciudad las prendas vuelan y muchos sin pudor, se cambian de ropa delante de todos. Pero Cabopino es especial, porque no solo son sus olas que se vuelven escenario para que decenas de hombres decidan dejar sus ropas atrás y lanzarse al agua como inocentes calmando la sed, sino que saben muchos que entre sus dunas apenas puede ser escenario de algo más que buscar el sol.
Las cervezas iban y venían, mientras el sol recorría de extremo a extremo el cielo. Alrededor, de forma latente, hombres de todas las edades se pasean al frente como cultivando cierto morbo, apenas alimentando gota a gota las ganas de poder dar media vuelta e internarse en el paisaje de las dunas de Arzola, donde entre los arbustos suelen esperar a quienes desean calmar las ganas. Si bien lo llevaba dudando durante todo el día, principalmente por no dejar a mis amigos solos parra irme a buscar un tanto de placer, no fue sino hasta que el cielo de repente se cubrió de nubes para tener una excusa apenas perfecta e irme de camino hacia los arbustos.
No era más de unos 100 metros hacia tierra que el paisaje es completamente distinto. Un puñado de aquellos que estaban en la playa ahora deambulaban entre las dunas, irónicamente, más vestidos: apenas unos shorts y unos zapatos deportivos. Entre ellos, los curiosos y locales; personas de pueblos y ciudades cercanas que dejan sus carros atrás para meterse aquí en busca de una paja, una mamada o una cogida rápida entre anónimos. Es un caldo de cultivo de sexualidad, de personas que entre el silencio solo buscan poder saciar aquel morbo cultivado tras horas y horas de continua excitación. Entre esos, yo.
Mis amigos, al otro extremo, sabían que iba a hacer cruising. Me conocen. Pero claro, había un acuerdo de volver antes de las 6:00 para poder ir por unos tragos a algún bar. Por ello, no me lo tomé con prisa y tal vez, por ello parecía que todo no iba a funcionar. Los minutos pasaban y entre los árboles caminaba lentamente, agarrándome la verga que entre dura y flácida, se salía por ese espacio que deja una toalla a medio amarrar. No fue sino darme una pausa para ver, al otro lado de los árboles, a un sujeto en zapatos azules y bañador que hacía exactamente lo mismo que yo. Las ramas tapan apenas algo, pero al moverme, pude notar que me miraba fijamente mientras se tocaba, al punto que su verga ya no tenía espacio alguno para seguir ahí y decide sacarla por un costado. Era evidente que nos estábamos masturbando mutuamente y que era la oportunidad para terminar esa excitación ya cultivada.
"¿Qué te mola, tio?" me dice en un marcado acento andaluz, averiguando cuales son mis preferencias a la hora del cruising. Hay quienes nos gusta simplemente ir a hacernos pajas en grupo o mamar, como hay quienes tienen sexo anal u orgías. Es más importante incluso saber eso que saber el nombre, que, contadas veces en años y años que llevo haciéndolo, suelo preguntar. "Mamar", respondí.
Fue toda la conversación. Asentó la cabeza y sujetándome de los labios, me escupe en lo boca, como pretendiendo que eso fuese suficiente para que yo pudiera chuparle la verga. La toalla, que ya no servía para cubrir absolutamente nada, cae en el suelo para apoyar mis rodillas y disponerme a hacer lo que más me gusta hacer. No les miento, era enorme. Una verga gruesa, pesada, de aquellas que duelen con imaginarlas dentro embiste mi boca de una forma apenas salvaje. Sin hablarnos, él intuía como me gustaba y le excitaba aun más saber que yo respondía. Sabía que su propósito era hundirme su verga dentro de mi garganta al punto de hacerme lagrimear y que de mi boca no saliera sino saliva, que escurriera hacia mi propia verga que ya sujetaba en mis manos, tratando de ordeñar.
Él sabía que su propósito ahí era "follarme la boca", como dicen aquí. Aunque alrededor de donde estábamos, los condones se amontonaban como evidencia de quienes prefieren tener sexo anal, ahí los dos estábamos exclusivamente para probarnos el uno al otro cuánto podría aguantar y cuánto más podía hundirla. Los reflejos, las arcadas, las escupidas; nada podía faltar. A cada momento en el que decidía lamer y chupar, metiéndola por mi garganta, haciéndola pasear por mi lengua, había un momento de silencio donde paraba para dejarme saber quién mandaba ahí. Me sujetaba del pelo y solamente la hundía hasta que mi garganta se empezara a acomodar a la fuerza con su verga. No me dejó tomar fotos, apenas entendible cuando sabías que ese anillo en la mano delataba que venía a escaparse. Le importaba sí, el que cada minuto, con cada embestida, mi garganta cediera y que mientras tanto, me masturbaba con lo que caía de mi boca.
Una, dos, diez embestidas. Cada una era un nuevo intento de cogerme la boca como si de mi culo se tratara y de sentir como todo empezaba a acomodarse a él. Entonces la sujeto y la saco, mirándole a los ojos, diciéndole que si él no era el responsable de corrernos, lo sería yo. No hubo palabra, pero entendió que estaba al límite de deslecharme y asentó con la cabeza haciéndome entender que él también. Me miraba mi verga y podía ver como escurrían gotas de precum, aguantando apenas lo que llevaba aguantando varias horas. Ingenuo, saqué la lengua para pensar en recibir lo que él quería darme.
"¿Quieres lechita, no?", fue lo segundo en la conversación. Bastó sino decir que sí, para recibir la que sería la última de las embestidas. Aquella que ya dominaba de una puta vez lo que quería hacer con mi garganta. Apenas el ritmo, la presión, la fuerza fueron suficientes para sentir sus chorros de leche llenándome la boca y su alarido, mezclado con el mío que estaba ahogado fueron evidencia de ello. A sus pies, de forma inmediata y al unísono, me logro deslechar. Una enorme caída de semen sale de mi boca, directamente a mi verga y continúa escurriendo hasta el suelo.
La saca. La sacude. Inclina el cuerpo para darme un beso, el primero y último de esa tarde, para saborear su propio semen. Antes de irse, la guarda en el bañador sabiendo que finalmente podía entrar y ahí, en el pequeño espacio que resguardaba del viento frio que acababa de llegar, quedé de rodillas satisfecho por aquella tarde.
Minutos más tarde vuelvo con mis amigos. Destapo una cerveza y nos quedamos viendo al mar. "¿Qué, vamos por unas cañas?", me dice uno de ellos con una sonrisa pícara. Saben que los chorros de leche en el pecho, apenas secos, son evidencia de todo lo que pasó.
Se que puede sonar extraño, porque muchas veces en nuestra misma forma de crecer y socializar, hemos visto a la masturbación como un acto íntimo y personal. Hacernos la paja es visto como esa forma de darnos placer en soledad, y le hemos dado un matiz de vergüenza incluso, como si fuese la “última opción” en caso de no tener sexo. Cuando lo hablamos con los amigos, normalmente se toma en chiste. Cuando nos la hacemos, sin darnos cuenta, hemos caído en la repetición de un acto que hemos vuelto aburrido. Al ser una opción de “descarte sexual”, muchos hemos pasado de largo de ella.
Sin embargo, algo que empecé a ver con mis viajes, visitando gente de muchas partes del mundo y conociendo personas que serían amigos tiempo después es que el mismo acto de hacerse la paja no necesariamente tiene que ser un acto privado y solitario. Recuerdo incluso claramente un día, en que en casa de un amigo en Tailandia, pude ver desde mi cuarto la sombra en su cuarto de su mano, subiendo y bajando en su verga. Una y otra vez, me quedé hipnotizado viendo como lentamente se masturbaba mientras crecía en mi pantalón una erección causada por el vouyerismo. ¿Lo buscaba? ¿Lo hizo a propósito? ¿Quería provocarme? Terminé parándome de la silla y caminar despacio a su cuarto solamente para verlo masturbándose y contrario a lo que muchos pensarían que sucedería a continuación, no me invitó a coger ahí mismo, sino que decidió directamente invitarme a unirme a masturbarme con él. Ahí, al lado de su cama, los dos, con la verga afuera viendo porno juntos.
Pasan los años y tengo varios amigos de pajas, personas que ven en estas fotos. Personas que me invitan a sus casas, donde una de tantas actividades puede ser simplemente “sacarnos leche”: acordamos que porno ver, que lubricante usar, o si hay popper involucrado. Hay gooners, aquellos que se pierden mentalmente en la masturbacion y desvarían entre gestos y jadeos casi animales hasta llegar al orgasmo profundo; los hay quienes gustan de cruzar manos y sentir la mía en su verga; o los que no les molesta que yo me masturbe mientras trabaja a mi lado. Los hay casados, solteros; heterosexuales, bisexuales o gays. No importa. Son todos hombres al fin y al cabo, y todos nos masturbamos de una u otra forma.
No tengan miedo de insinuarlo. No tengan miedo en incluso pedirlo en estas aplicaciones de sexo. ¿Que pasa si te gustaría solamente una paja con alguien, en lugar de tener sexo? No pasa nada. Hacerse la paja es darse placer, y al final, por el placer es que nos gusta hacerla y qué mejor es, compartirlo.
Debido a las nuevas políticas de OnlyFans con contenido de terceros, muchas publicaciones anteriores serán deshabilitadas. A lo largo de la semana, volverán a a estar en línea ajustadas a las nuevas políticas de privacidad de terceros y/o con vínculos privados, así que a tener paciencia.
Revisen el mensaje privado para más información. La foto es porque bueno, hay que poner adjunto.
¿Se han dado cuenta que a uno le enseñan de todo, menos a masturbarse? Recuerdo en el colegio que mis compañeros, cuando no había clase o en la piscina, hacia una ronda en la esquina para masturbarse entre cuatro o cinco para ver quién lo hacía más rápido. Era un colegio de varones aclaro, y esta exaltación del sexo masculino estaba en cada espacio. Es extremadamente básico lo que sabemos de cómo pajearnos: es acelerar de arriba a abajo nuestra verga. Pero claro que hay más, mucho más. Movimientos, lubricación, vocabulario, juguetes, compañía, control, etc... Precisamente quería hacer este tutorial de cómo hacerse una buena paja con lo primero: movimiento.
Para esto, querido alumno de esta extraña clase de física, necesito que haga tres cosas antes de empezar.
1. Seleccione una buena porno, si es lo que le gusta. Yo soy de los que me masturbo tanto con porno gay como bisexual como heterosexual por igual. Sin embargo, mi página favorita de porno gay es hasta ahora ice-gay.com, principalmente porque era la única que no me bloqueaban en países árabes o en China.¡ 2. Póngase cómodo. 3. Lubricar. Para este video constantemente me verán escupiendo (es mi lubricante favorito). En el próximo hablaremos más a fondo de cómo lubricar.
Pero ahora, querido alumno, hablaremos de los movimientos. En el video verán como los movimientos se van mezclando, pero la idea es que los conozca. Empezamos.
Aceleración. (00:23 ) Agarrando fuertemente la base de su verga, mueva constantemente la mano libre hacia arriba y hacia abajo.
Torsión. (00:31) De la misma forma de la aceleración, agarre su verga con la mano libre pero esta vez haga un movimiento circular con su muñeca mientras sube por ella. Piense en ese movimiento que hace al abrir una puerta.
Torque. (00:58) Muchos nos olvidamos de los guevos al hacernos una paja. Si no tiene un candado, un extensor o unos cock-rings, utilice su mano para hacer un torque. Con los dedos pulgar e índice, apretémoslas la base de sus guevos y con la mano libre, acelere.
Presión. (01:25) Tome las dos manos y entrelázelas. Piense como si estuviera abrazando su verga con las palmas de las manos. Puede moverlas de arriba a abajo o simplemente mover su pelvis dejando las manos quietas.
Rotación. (02:10) Es posiblemente uno de los momentos más sensibles de una paja, pero ayuda muchísimo a acelerar. Sujetando firmemente su verga, lubrique la palma de su mano y frotela con la punta haciendo movimientos circulares. No tenga miedo si su cuerpo se estremece; esa es la idea. Déjese llevar. Controle el ritmo.
Fricción. (02:28) Si quiere descansar del esfuerzo anterior, másturbese como es lo usual pero utilice la otra mano para hacer fricción suavemente en sus guevos. Así va estimulando lentamente.
Fuerza. (02:54) Con una mano arriba y otra abajo, sujetando la base, impulse con fuerza su verga. El movimiento de la pelvis hace el resto en esta táctica. Puede controlar la fuerza con la que aprieta, soltándola de vez en cuando.
Extensión. (03:12 ) Como se han dado cuenta, después de un movimiento muy intenso, es mejor pasar por movimientos más suaves. Tome su verga con la palma de la mano y haga movimientos de extensión sobre ella. Parce, así estimula muchísimo la erección.
Simplemente tome nota. Practique las veces que sea necesario. De tarea, sáquese leche. Es lo que todos los hombres hacemos y es lo único que no nos atrevemos a negar.
Mientras mi compañero de piso aspiraba la casa, decidí hacer la segunda parte del tutorial. Así que, estos son tres pasos para aprender a utilizar un buen lubricante.
1. Busque un sitio cómodo. Una buena paja requiere antes que nada comodidad. Busque que donde esté, tenga comodidad, buena conexión a internet para ver una película porno o para conectarse con su amigo de paja con el cual puede compartir esas películas o por qué no, invitarlo a su casa a verla juntos. Recuerde que la paja no necesariamente es coito, más es una actividad sexual.
2. Todo a la mano. Si sabe que su sesión de paja va a durar su tiempo pertinente (practica edging o simplemente quiere darse gusto a sí mismo ese fin de semana), tenga a la mano los lubricantes que va a necesitar. Como vimos en el video uno, los aceites puede hacer la experiencia más estimulante y larga, pasando por los de silicona, híbridos y de agua que recomiendo más para el sexo. Ah, y saliva. No le tenga miedo. ;)
3. Déjese llevar. Muchos le tenemos miedo a ciertos lubricantes porque tendemos a relacionarlos con el acto sexual: ejemplo, que los de aceite rompen el látex de los condones, lo cual es cierto. Pero estamos hablando de masturbación, algo que todos, tanto homosexuales, bisexuales, gays o demás del espectro, disfrutamos. Como hombres, no existe mejor momento para dejarse llevar ya que con la masturbación nos conocemos al límite. Es por eso que varias veces me verán llevando al borde,
Actualización: Luego de varios correos con OnlyFans, finalmente puedo seguir con el contenido como lo he venido haciendo. Algunos post los debo volver a subir, pero como les comenté hace unos días, serán a lo largo de esta semana.
Por lo pronto, feliz paja. Ya subiré los mapas y un nuevo tutorial, antes de mi próximo viaje.
Después de pensarlo un rato (quería repetir este tutorial, todo salió mal) finalmente me decidí por editar este video. Así que está noche, si todo lo permite, subo el tercer tutorial: juguetes.
Por cierto, estaré en Barcelona del 14-19. Interesados en hacer cruising o en ir a un grupo de pajeros, escríbanme por DM.
A medida que pasan los años, uno se empieza a acostumbrar a la idea que la masturbación es más allá que el uso de la mano como primera herramienta de paja. Hay diferentes juguetes que se pueden conseguir en el mercado que ayudan a incrementar el placer. Ya habíamos hablado de los cock-rings, que son anillos (goma, metal, cuero, etc) que hacen presión a la circulación en la base de la verga para tener una erección más duradera y evitar que algun testículo se mueva para algun lugar indebido (sucede, no crean). Pero también existen otros juguetes que pueden ayudar a la paja en sí.
Para este tutorial he elegido estos huevos masturbadores de Tenga, que son unas gomas hechas para pocos usos, con una textura propicia para dar placer en el glande a medida que uno se masturba. Las hay en diferentes texturas y ojo, es necesario utilizar un lubricante para su uso. La razón es simple: la fricción puede hacer que el material se rompa al extremo uso del mismo.
Los fleshjacks son otro de los juguetes. Duran muchísimo mas, son lavables y usualmente tienen en el extremo superior una válvula para regular la presión de succión del mismo; válvula que se puede retirar para limpiarlo después de la corrida. Una de las mejores cosas es que viene en varios tamaños y personalmente los he compartido con amigos, dandole los dos a la vez. :D
Existen otros que son las partes anatómicas en silicona. Son juguetes que están hechos con silicona, adaptados con texturas internas para incrementar el placer y viene en todas las formas posibles... siendo algunos un tanto fetichistas.
Los precios están desde 2 USD para los huevos masturbadores, hasta piezas en silicona de 150-200 dólares. Todo depende de qué esté buscando quién.
Esta es una lista de masturbadores que he probado con los años y los sitios donde comprarlos.
Tenga huevos masturbadores. (el del video es el modelo Easy Beat Twister) https://es.aliexpress.com/item/1005002311487454.html?spm=a2g0o.productlist.0.0.73ad397fIdSPKW&algo_pvid=b56e0fbf-842a-4515-9018-72b7e94bdf6d&algo_exp_id=b56e0fbf-842a-4515-9018-72b7e94bdf6d-2
Suction Fleshjack / parte anatomica. https://es.aliexpress.com/item/1005001622359126.html?spm=a2g0o.productlist.0.0.3d2e7666cxDnP5&algo_pvid=5a26e64a-3ccb-4977-afb4-0e23ae756d57&algo_exp_id=5a26e64a-3ccb-4977-afb4-0e23ae756d57-51
A lo lejos, parece una de las montañas más hermosas de Barcelona. Una alfombra verde que fue sede de una exposición universal hace ya casi un siglo y que le ha dado extrema relevancia a la ciudad.
De cerca, es un laberinto del pecado. El Montjuic, es tradicionalmente el sitio de cruising de la ciudad, donde cientos van todos los días a que desconocidos de todos los rincones de la ciudad se pierdan entre sus caminos para coger sin límites, para sacarse leche bajo el amparo de un bosque urbano.
Allí es donde me han citado hoy. De hecho, a los pies de una obra maestra de la arquitectura, creada para esa exposición universal. Ellos, Paco y Manolo son dos fotógrafos que tienen una revista sobre la sexualidad masculina, sus desenfrenos y sus vivencias. Hay gente de todas partes, de todos los estratos sociales y de todas las condiciones económicas, como el cruising mismo.
Pensaba que era un punto de encuentro más para de ahí ir a un estudio. Llegue aún un tanto apesadumbrado, de capa caída porque era una cita a las 9:30 am en un país que se va a dormir a las 2:00 am. “Es porque a esta hora hay una linda luz” dice Manolo, luego de saludarlos a mi llegada. “Y también, es porque hay poca gente” completa Paco.
En ese momento supe hacia donde apuntaría todo. Si bien era una sesión de fotos desnudo, lo era al aire libre, en una de las zonas de cruising más grandes de Europa. Hablamos que en sus fotografías, querían explorar la sexualidad de sus modelos, de cómo disfrutan. Sin siquiera saberlo ellos, estaban llevándome al epicentro de mi gran fetiche.
Hacia mucho no me desnudaba para una revista. Ya hoy, la verdad, me vale poco o nada, o como dicen aquí, me lo paso “por los guevos”. He entendido que muchas de las cosas que me gustan hacer, en el pasado las deje de hacer por el miedo al que dirán. Muchos dejamos de disfrutar nuestros fetiches solamente porque queremos ser cómodos, porque perdemos mucho tiempo intentando encajar en ciertas casillas sociales.
Por eso tal vez, se me hizo sencillo quitarme la ropa. Sin tanta pausa o traba, era apenas el primer paso para las fotografías. Sabía que estaba a escasos metros del andén, de donde hay varios carros pasando y que, en un posible minuto apareciera un corredor subiendo la montaña. Las instrucciones eran propicias precisamente para evitar algún momento incómodo: debía ponerme las bermudas y la ropa interior abajo, para que en caso de alguna emergencia, me vistiera en segundos.
Comenzábamos a hablar de mi vida, de como disfrutaba mis fetiches. Era innegable que me sentía en un caldo de cultivo para una desmedida experiencia sexual si no sabía controlarme. ¿Pero que es control? ¿Que es sino una censura al impulso meramente humano de sentir placer? No dejaba de pensarlo mientras hablábamos y sentía como dentro de mis bermudas, mi verga simplemente crecía a impulsos. No era necesaria una erección, ni nada extraordinario para estas fotos, simplemente hacer lo que yo quería hacer.
Lo cual es carta blanca para mis más oscuros impulsos.
Cuando caminaba con ellos por los senderos de la montaña, a mis pies solo veía condones usados. No cabe duda que eran evidencia de alguna cogida salvaje, entre dos desconocidos, que dejaron simplemente el control a un lado del camino, con el peligro de ser observados.
“Y en ese muro uno de los modelos se hizo un pajazo”, un muro lleno de graffitis, con olor a meadas frescas del último botellón que habría pasado la noche anterior. Me contaba que era un chico de Irán, que sabía que si alguien en su país supiera lo que había hecho, se enfrentaba a un grave problema en caso de volver. “Le preguntamos si quería detenerse y dijo que no, que había que hacerlo”.
En el pasado pude arrepentirme, pero ahora me siento en extrema libertad. Creo que después de vivir dos años en un país con tantas libertades cortadas y un año de una pandemia que nos encerró hasta los sueños, he sentido que poco o nada debería detenerme y que muchas cosas hay que dejarlas fluir. Una de esas, eso de volver a salir a la calle y poder disfrutar de mi sexualidad.
“Quiero intentar algo”, les dije. Me desnude por completo y volví a ponerme las botas. Ellos, escépticos, sabían que sería una jugada arriesgada si alguien de momento aparecía en el camino, ya que sería físicamente imposible que yo volviera a vestirme de inmediato. Arriba, había una carretera donde pasaban carros. Al frente, un camino donde pasan a ratos personas a trotar. Abajo, un estacionamiento donde a veces paraban algunos para salir a recorrer el parque y claro, ellos dos al frente. Estaba lo suficientemente excitado para dejarme llevar.
Querían unas fotos en el sitio, del cual estaba apenas inundado de condones y donde se notaban algunas prendas rotas. La sangre empezaba a bombearme sin control, más sabiendo que podía ser atrapado en cualquier momento, pero más aún de saber que estaba siendo observado de forma incondicional. Empecé a escupirme la verga, como tantas veces lo he hecho en el cruising y solamente era cuestión de dejarme arrastrar por el pequeño calor del sol de la mañana.
Tenía varios días sin masturbarme, en grab parte y culpa porque me he quedado en casa de un familiar todo este tiempo y no había tiempo para jalármela. Tampoco había salido de cruising, ante las entregas de la universidad y el poco tiempo que tenía. Pero ahí estaba, sin planearlo, en una montaña siendo observado, estando completamente desnudo, en un sitio donde muchos más han dado rienda suelta al placer.
En cada foto me decían que cerrara los ojos y los volviera a abrir. Era una forma de relajarme y tener un registro de las expresiones. Pero cada vez era más difícil abrirlos, porque cada vez me la agarraba y sentía una necesidad, -si, necesidad- de masturbarme. No solo de eso, sino de hacerlo al frente de ellos, sin pudor alguno y por que no, al frente de cualquiera que se atreviera a pasar por el lugar.
Llegó el punto en que ya no estaba ni siquiera pendiente de la presencia ni de. Las fotos, simplemente me masturbaba a un ritmo, me escupía la verga e imaginaba las escenas sexuales, de ficción claro, que podían suceder en aquellas escaleras tapizadas con condones usados. Pensaba en mis viejas historias de cruising y en las cosas que pudiera hacer en ese momento, con el que se llegara a interesar por estar ahí.
Lo que no sabía y no esperaba era que el cerrar los ojos no sería más que el denotante para cuando los abriera. Al hacerlo, como tantas veces lo habían pedido, los vi tomándome fotos directamente. Sin mediar palabra, pero mirándome fijamente al hacerlo. No pude evitar entonces fijar mi mirada en la cámara y saber que no solamente estaba ahí por el cruising sino por el exhibicionismo. Que ese era el momento donde no había vuelta atrás. Que ahí, entre la maleza no podía controlarme, sin dejar medias tintas mi caminata por el Montjuic.
El jadeo era tal vez lo único que acompañaba a los clicks de las cámaras y fue entonces que, sin mediar palabra, me corrí en el suelo. Desnudo, usando solamente mis botas y mis medias, en medio de un parque, no vi más necesidad que deslecharme en frente de dos desconocidos y que ellos tuviesen el poder de registrarlo con una cámara. Un morbo que no había explorado desde hace años, cuando en alguna ducha de Bogotá, ayudé a un colega fotógrafo con un book de fotos.
Pero esto era diferente. Ya no era el mismo que exploraba haciendo desnudos en Colombia. No era el mismo que se masturbaba a escondidas en China. No era el mismo que le daba pena hacer cruising en Panamá. Algo en mi estaba completo esta vez, como un cúmulo de varias y varias semanas de reconocerme en plena libertad.
“¿Te quieres limpiar la leche colega?”, me ha dicho uno de ellos. “No se preocupen, tengo lengua”, respondía, mientras me lamía la mano con algo de hambre, dejando un charco de semen en un sitio donde no sería el primero, ni el último en hacerlo.
Hoy me sentía un tanto exhibicionista en el gimnasio. Y no, esto no es una de esas historias largas del OnlyFans (que podría haberlo sido si alguien entraba en ese momento)
Aunque un vídeo desde el gimnasio no está mal. No sería la primera vez.