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📍Taipei, Taiwan3:00 pmEn aquel caluroso día una notificación..

📍Taipei, Taiwan
3:00 pm

En aquel caluroso día una notificación en mi móvil de un chico hace que despierte en mi algo de atención y morbo: tras de ese perfil y una conversación introductoria, un chico guapo y bastante cordial por cierto me dice que si quería conocerme y tener sexo de forma casual y rápida, que estaría en un descanso en un rato y que podría hacerlo.

Ah, y que tenía sitio.

Evidentemente para mi, quien estaba bastante libre al ya recorrer los lugares de la ciudad que quería ver me resultaba bastante tentadora la idea y que, porqué no, un momento de sexo fugaz e intenso no haría nada mal.

Mientras viajaba en el bus, me envió la dirección del lugar y las instrucciones para llegar. No era un edificio de apartamentos como había imaginado en este tipo de situaciones, sino que la dirección correspondía a un edificio de oficinas en el centro de la ciudad.

—Oye, ¿esta es la dirección, no?

—Sí, es donde trabajo. Ya te diré qué tienes que hacer.

Rápidamente me dirigí al ascensor, siguiendo las indicaciones que me había dado. Según él, el único sitio en el que podríamos tener un encuentro rápido y seguro era en el sótano de ese edificio de oficinas. No tenía nada que perder, aunque claro, me exponía a que alguien nos viera o que me siguieran por las cámaras de seguridad. Y es que, en un país extranjero, uno nunca sabe cómo funcionan las cosas.

Al doblar el pasillo, vi la puerta que me había señalado. Golpeé con firmeza, tal como me había indicado. Lentamente, la puerta se entreabrió, dejándome en la incertidumbre de lo que podría encontrar al otro lado. ¿Podría no ser él? Claro, podría ser todo una mentira y yo quedarme atrapado, sin forma de salir, en un estacionamiento de un país que no conocía.

Pero no.

Era tal como me había dicho.

Un joven guapo y alto, aún con su ropa de oficina puesta, con la camisa ligeramente abierta y unas cajas con documentos cuidadosamente apiladas para evitar que se mojaran, me esperaba dentro. Un ventilador ruidoso era lo único que separaba ese lugar del calor insoportable que habría dentro si permanecía más de unos minutos.

Cierro la puerta detrás de mi, me pongo de rodillas e inmediatamente me doy a la tarea de abrir el pantalón. Teníamos apenas unos cinco a diez minutos, no mas de ello y tenia que ser rápido. No había mas opción ahi, que darnos rienda suelta a lo que se llegase a dar, especialmente cuando no se comenta -previamente- cosas tan ya intranscendentales para mi como el “rol”, que creo que con los años, llega a ser un a cuestión de perspicacia del momento. Eso se adivina o se percibe al instante, con la forma de tocar el cuerpo, de saber hacia donde van las manos o como se llega a entender un beso.


Dos minutos.

En eso, entre ver como me sujetaba la cabeza dándome empujones hacia él, decide ponerme en pie y bajarme los pantalones. Era evidente que quería, sin mas: cogerme ahi mismo, preñarme, tomar sus documentos de oficina y volver a su cubículo. ¿Tenia yo acaso mas remedio? La situación era claramente morbosa y el ventilador hacia todo lo que podía para no dejarnos asfixiar.

En eso tocan la puerta y me susurra que no pasará nada, que se irá. Dice en voz alta algo en chino, haciéndole entender que el baño estaba ocupado y con su mano en mi boca, mientras saliva la otra, empieza lentamente a dilatarme.

Tres minutos.

Enviste. Lentamente para que entre, para que vaya acomodándose a mi. Luego la segunda, tercera hasta que finalmente esta dentro. Por mi rostro cae ya sudor, imposible de detenerse ante el calor abrasador de ese verano sobre la ciudad. Él sabía que no tenía más remedio que cogerme duro, rápido, veloz; de una forma viril, sin excusas ni dudas. Que lo que quería era rápidamente volver a su cubículo pero con una sonrisa de par en par y el recuerdo de quedar sin leche en uno de los sótanos de su oficina. Y entonces, lo hace, gime de forma ahogada al mismo tiempo que siento ese calor corriendo dentro de mi, de sentir su semen invadiéndome de forma agresiva; esa sensación que hace que sin si quiera tocarme me corra también.


Cinco minutos.

Exhaustos, nos besamos, vestimos, toma sus cosas y se va. Quedamos en contacto, por si alguna vez vuelvo a la isla o si él decide viajar a España algún día y hacerlo, una próxima vez, con más adrenalina.

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