

Tímidamente me acerco a ti. - Ponme tus piernas encima de mis hombros-me dices - Lo hago sin chistar y sin retirarme las medias echas a un costado mi braga rosita. Sabía que era el momento adecuado y preciso. Solamente sentí la humedad de tu lengua rozar mi clítoris, hasta que después empezó a sumergirse más y más dentro de mi vagina. La posición me excitaba bastante, empecé a gemir del éxtasis..